La mayoría de las empresas pasan tiempos difíciles implantando una estrategia efectiva para toda la organización.
Los errores estratégicos por toda la organización pueden provocar un gran problema competitivo.
Sin embargo, la principal razón para el desempeño y rentabilidad mediocres es la mala ejecución de unos simples y bien conocidos principios.
Muchas empresas dedican recursos a desarrollar una sólida estrategia sin que nadie reconozca la necesidad de ejecutarla bien. Sin un proceso de ejecución bien pensado e institucionalizado, las nuevas ideas y estrategia se convierten en una bala de cañón.
Cuando se desarrolla una importante iniciativa en la organización los ejecutivos deben comprometerse con ella con un gran entusiasmo.
Desafortunadamente, muchas veces, este proceso de compromiso se reduce a unos cuantos esloganes. La iniciativa es simplemente, también , un eslogan
En lugar de todo esto, este compromiso debe estar basado en el entendimiento real, por parte de los directivos, de sus potenciales beneficios, tanto a nivel personal como corporativo. Este enfoque permite a los empleados ver algo para ellos y para la empresa.
Si la potencial rentabilidad financiera por su esfuerzo, es clara y visible, estarán interesados en trabajar en ella; de lo contrario, no importa lo brillante que sea una idea o qué fuerte sea el liderazgo, la estrategia no producirá los resultados deseados.
Lo que he visto en mi experiencia, es que en muchas compañías la ejecución fracasa porque alguien se equivocó al planificar como hacer el trabajo bien. Esto implica que las necesidades de recursos para llevar a cabo el plan de manera correcta son bastantes diferentes a aquellas que se necesitan para simplemente hacerlo. Sin visualizar el final de un producto o servicio, el equipo fracasa en identificar cómo el proyecto se completará con éxito y cúales serán las medidas de su finalización exitosa.
Otro problema es entender cómo delegar autoridad y poder en el equipo para crear la capacidad de tomar decisiones con respecto a su trabajo. Este proceso incluye la formación, autorización y responsabilidad, y el reconocimiento. Muchas empresas no implantan correctamente estos tres aspectos del proceso.
Una estrategia bien ejecutada puede ser medida en términos de su desempeño contra las expectativas y contra su periodo de ejecución. Por ejemplo, si hacemos un buen trabajo cuando el cliente no lo necesita, esto es tan malo como hacerlo mal.
Cada requerimiento tiene asociado un componente de tiempo de realización al que se debe dar la misma importancia.
El reto esta en definir los niveles de desempeño esperados y establecer los tiempos de ejecución adecuados y asociados con él.
El desempeño puede medirse en términos del coeficiente de los niveles actuales de desempeño esperados. Por lo que podríamos dividir los niveles esperados de desempeño por el nivel de desempeño realmente alcanzado.
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