La planificación estratégica ha sido extensamente utilizada como herramienta para transformar y revitalizar las empresas, las instituciones gubernamentales y las organizaciones sin ánimo de lucro.
Sin embargo, últimamente, ha aparecido un cierto escepticismo acerca de la planificación. Las incertidumbres políticas y económicas marcan la pauta y tanto el ritmo tecnológico como el cambio social han sufrido una gran aceleración. Esto lleva a la existencia de una cierta desilusión con la planificación de esfuerzos que no puedan seguir esta velocidad.
Sin exponer algunos defectos en la planificación estratégica, lo que se refleja es, básicamente, una idea equivocada acerca del propósito y valor de la planificación estratégica, lo que un plan conlleva y el proceso para tener éxito. En este sentido, el proceso puede ser inútil y frustrante y el producto final de un valor dudoso cuando no se tiene cuidado en establecer objetivos claros y realistas, definir claramente las acciones y pasos a seguir y además obtener el punto de vista de los grupos más importantes con intereses en la organización.
Con independencia de lo anterior, diría también, que hay muy pocas herramientas que nos ayuden mejor a gestionar la sorprendente colección de retos provocados por un entorno tan cambiante.
Un proceso de planificación estratégica que tenga éxito debería examinar y ayudarnos a establecer proyecciones acerca de las realidades del entorno para ayudar a la empresa a anticiparse y responder a los cambios clarificando su misión y objetivos, el nivel de gasto requerido, reorganizando sus procesos, necesidades de fondos y otros aspectos de las operaciones.
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